A mediados de 1539 Teresa recuperó la salud; la tradición lo atribuyó en su día a la intercesión de San José. Con la salud Teresa recuperó las aficiones mundanas, fáciles de satisfacer, puesto que la clausura sólo se impuso como obligatoria a todas las religiosas a partir de 1563. En esa época Teresa de Ávila vivió nuevamente en el convento, donde recibía frecuentes visitas.
Afligida un tiempo después, abadonó la oración (1541). Según su testimonio se le apareció Jesucristo (1542) en el locutorio con semblante airado, reprendiéndole su trato familiar con seglares. No obstante, la monja permaneció en él durante muchos años, hasta que se movió a dejar el trato de seglares (1555) a la vista de una imagen de Jesús crucificado.
El padre de Teresa falleció en 1541. El sacerdote que lo había asistido en sus últimos momentos, el dominico Vicente Barón, se encargó de dirigir la conciencia de Teresa rememorando las últimas palabras del padre de ésta. Posteriormente, impresionada por estas palabras, Teresa enmendó su conducta y estuvo dispuesta a corregir sus faltas. Al cabo, Teresa se confortó con la lectura de las Confesiones, de San Agustín. Los jesuitas Juan de Prádanos y Baltasar Álvarez fundaron en Ávila un colegio de la Compañía (1555). A fines de 1561 recibió Teresa cierta cantidad de dinero que le remitió desde el Perú uno de sus hermanos, y con ella se ayudó para continuar la proyectada fundación del Convento de San José. Para la misma obra contó con el concurso de su hermana Juana, a cuyo hijo Gonzalo se dice que resucitó la Santa. Esta, a principios de 1562, marchó a Toledo a casa de doña Luisa de la Cerda, en donde estuvo hasta junio. En el mismo año conoció al padre Báñez, que fue luego su principal director, y a fray García de Toledo, ambos dominicos.
uno de sus poemas: A la circunsición
Vertiendo está sangre,
¡Dominguillo, eh!
Yo no sé por qué.
¿Por qué, te pregunto,
hacen dél justicia,
pues es inocente
y no tiene malicia?
Tuvo gran codicia,
yo no sé por qué,
de mucho amarmé,
¡Dominguillo, eh!
¿Pues luego en naciendo,
le han de atormentar?
Sí, que está muriendo
por quitar el mal.
¡Oh, qué gran Zagal
será, por mi fe!
¡Dominguillo, eh!
¿Tú no lo has mirado,
que es niño inocente?
Ya me lo han contado
Brasillo y Llorente.
Gran inconveniente
será no amarlé,
¡Dominguillo, eh!
¡Dominguillo, eh!
Yo no sé por qué.
¿Por qué, te pregunto,
hacen dél justicia,
pues es inocente
y no tiene malicia?
Tuvo gran codicia,
yo no sé por qué,
de mucho amarmé,
¡Dominguillo, eh!
¿Pues luego en naciendo,
le han de atormentar?
Sí, que está muriendo
por quitar el mal.
¡Oh, qué gran Zagal
será, por mi fe!
¡Dominguillo, eh!
¿Tú no lo has mirado,
que es niño inocente?
Ya me lo han contado
Brasillo y Llorente.
Gran inconveniente
será no amarlé,
¡Dominguillo, eh!
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